LA TRÍADA DEL SENTIMIENTO
Lo
único que hemos de hacer es abandonar el hábito de considerar real lo que es
irreal. Todas las prácticas religiosas tienen por única finalidad ayudarnos en
esto. Cuando dejemos de considerar real lo que es irreal quedará la realidad
sola y eso seremos.
RAMANA MAHARSHI
► INTERÉS/
PREOCUPACIÓN: Amor al yo falso e imagen propia.
► PROBLEMAS DE:
Identidad y hostilidad.
► BUSCA: Atención.
► SENTIMIENTO
SOTERRADO: Vergüenza.
En la tríada
del instinto vimos cómo rara vez ocupamos de verdad nuestro cuerpo y estamos
presentes con plena vitalidad. Del mismo modo, rara vez nos atrevemos a estar
totalmente en el corazón. Cuando lo estamos suele ser algo avasallador; por lo
tanto, sustituimos el poder del verdadero sentimiento por todo tipo de
reacciones. Este es el dilema principal de la tríada del sentimiento, la de
los tipos Dos, Tres y Cuatro.
En el plano más profundo, las cualidades del corazón son la fuente de
nuestra identidad. Cuando uno abre el corazón sabe quién es y «quien es» no
tiene nada que ver con lo que los demás piensan de uno y nada que ver con la
historia pasada. Uno tiene una cualidad particular, un sabor, algo que es único
e íntimamente propio. Es mediante el corazón que reconocemos y valoramos
nuestra verdadera naturaleza.
Cuando estamos conectados con el corazón nos sentimos amados y valorados.
Además, como enseñan las grandes tradiciones espirituales, el corazón revela
que somos amados y valorados. Nuestra participación de la naturaleza
divina significa que no sólo somos amados por Dios, sino también que la
presencia del amor mora en nosotros, somos los conductos por los cuales entra
el amor en el mundo. Cuando tenemos cerrado y bloqueado el corazón no sólo
perdemos contacto con nuestra verdadera identidad, sino que además no nos
sentimos amados ni valorados. Esta pérdida es insoportable, por lo tanto
interviene la personalidad para crear una identidad sustituía y encontrar
otras cosas que nos den sensación de valía, generalmente buscando la atención y
la afirmación externas de los demás.
Así pues, los tres tipos de personalidad de la tríada del sentimiento
están interesados ante todo en el desarrollo de su imagen. Compensan su falta
de conexión más profunda con las cualidades esenciales del corazón erigiendo
una falsa identidad e identificándose con ella. Entonces presentan esa imagen
a los demás (y a sí mismos) con la esperanza de atraer amor, atención,
aprobación y sensación de valía.
Desde el punto de vista psicológico, los tipos Dos, Tres y Cuatro son
los más preocupados por su «herida narcisista», es decir, por lo que no se
valoró de ellos en su infancia. Dado que nadie se gradúa de la infancia sin una
herida narcisista de cierta envergadura, de adultos tenemos muchísima dificultad
para ser auténticos los unos con los otros. Permanece el temor, una vez todo
dicho y hecho, de que en realidad estemos vacíos y no valgamos nada. La trágica
consecuencia de esto es que casi nunca nos vemos ni nos dejamos ver mutuamente,
seamos del tipo que seamos. Reemplazamos lo que somos por una imagen, como si
dijéramos al mundo: «Esta imagen soy yo. Te gusta, ¿verdad?». Es posible que
los demás nos aprueben (es decir, que aprueben nuestra imagen), pero mientras
no nos identifiquemos con nuestra personalidad, siempre quedará algo más
profundo sin validación.
Los tipos de la tríada del sentimiento nos presentan tres soluciones
diferentes para este dilema: complacer a los demás para caerles bien (tipo
Dos); realizar cosas y sobresalir de algún modo para conseguir admiración y
validación (tipo Tres), o tener una compleja historia sobre uno mismo y dar
tremenda importancia a todas las características personales (tipo Cuatro).
Los dos temas principales de esta tríada entrañan problemas de
identidad («¿Quién soy?») y de hostilidad («Te odio porque no me
amas como yo quiero»). Dado que en su inconsciente los tipos Dos, Tres y
Cuatro saben que su identidad no es una expresión de lo que son realmente,
reaccionan con hostilidad siempre que no se valora su personalidad-identidad.
La hostilidad les sirve para desviar la atención de las personas que podrían
poner en duda o subvalorar su identidad y para defenderse de los sentimientos
más profundos de vergüenza y humillación.
El tipo Dos busca valía en la buena opinión de los demás. Desea ser deseado;
trata de obtener reacciones favorables dando a los demás su energía y atención.
Busca reacciones positivas a sus gestos de amistad, ayuda y bondad con el fin
de fortalecer su autoestima. El enfoque de sus sentimientos es hacia fuera,
hacia los demás, pero la consecuencia es que suele tener dificultad para saber
qué le dicen sus sentimientos. También se siente a menudo poco valorado, aunque
hace todo lo posible por ocultar la hostilidad que esa sensación le genera.
El tipo Cuatro es lo contrario: su energía y su atención las dirige
hacia dentro para mantener una imagen basada en sentimientos, fantasías e historias
del pasado. Su personalidad-identidad se centra en «ser distinto», y en
consecuencia suele sentirse distanciado de los demás. Tiende a generar y sostener
estados de ánimo o humor en lugar de permitir que surjan los sentimientos que
están realmente presentes. Los Cuatro menos sanos suelen considerarse víctimas
y prisioneros de su pasado; creen que no tienen esperanza de ser de otro modo
debido a todas las tragedias y abusos que han sufrido. Así también atraen hacia
sí atención y lástima y, por lo tanto, cierto grado de validación.
El tipo Tres, el del centro de esta tríada (situado en el vértice del
triángulo equilátero), dirige su atención y energía hacia dentro y hacia
fuera. A semejanza de los Dos, necesita reacciones y opiniones positivas y
validación de los demás. El Tres busca principalmente la valía mediante logros;
desarrolla ideas sobre cómo sería una persona valiosa y luego trata de ser esa
persona. Pero también «su conversación interior consigo mismo» es muy activa,
para generar y mantener así un cuadro interno de sí mismo coherente, como el
Cuatro. También corre el riesgo de «creerse su propia propaganda» más que la
verdad.
Pese a las diversas imágenes que presentan estos tipos, en el fondo
todos se sienten sin valía, y muchos de los hechos de su personalidad son
intentos de disfrazarse, para ocultarse de sí mismos y de los demás. Los Dos
obtienen una sensación de valía diciendo: «Sé que valgo porque los demás me
quieren y me valoran. Hago el bien a los demás y me lo agradecen»; son salvadores.
En el lado opuesto del espectro, los Cuatro son los salvados-, se
dicen: «Sé que valgo porque soy único, distinto a todos los demás. Soy especial
porque alguien se coma el trabajo de salvarme; alguien se toma la molestia de
preocuparse por mi aflicción, eso quiere decir que me lo merezco». Los Tres
son modelos de quienes no necesitan ser salvados, como si dijeran: «Sé
que valgo porque consigo las cosas, no tengo nada mal. Valgo debido a lo que
realizo». Pese a sus métodos individuales para «fortalecer la estima propia», a
estos tres tipos les falta amor por sí mismos.
Mientras los tipos de la tríada del instinto tratan de controlar sentimientos
de rabia, los de la tríada del sentimiento tratan de contender con sentimientos
de vergüenza. Cuando en la primera infancia no están reflejadas las
cualidades esenciales auténticas, llegamos a la conclusión de que hay algo malo
en nosotros; el sentimiento resultante es la vergüenza. Procurando sentirse
valiosos mediante su imagen propia, estos tipos pretenden escapar a los
sentimientos de vergüenza. Los Dos son superbuenos, tratan de atender y servir
a los demás para no sentir vergüenza; los Tres se hacen perfectos en su
actuación y sobresalientes en sus logros para poder resistir la vergüenza, y
los Cuatro evitan los sentimientos más profundos de vergüenza dramatizando sus
pérdidas y heridas y considerándose víctimas.
EN LA PRÓXIMA ENTRADAS VEREMOS: LATRÍADA DEL PENSAMIENTO
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