jueves, 22 de marzo de 2012

YO TRIADICO: LA TRÍADA DEL SENTIMIENTO


LA TRÍADA DEL SENTIMIENTO

Lo único que hemos de hacer es abandonar el hábito de considerar real lo que es irreal. Todas las prácticas religiosas tienen por única finalidad ayudarnos en esto. Cuando dejemos de considerar real lo que es irreal quedará la realidad sola y eso seremos.
RAMANA MAHARSHI

    INTERÉS/ PREOCUPACIÓN: Amor al yo falso e imagen propia.
    PROBLEMAS DE: Identidad y hostilidad.
    BUSCA: Atención.
    SENTIMIENTO SOTERRADO: Vergüenza.

En la tríada del instinto vimos cómo rara vez ocupamos de verdad nuestro cuerpo y estamos presentes con plena vitalidad. Del mismo modo, rara vez nos atrevemos a estar totalmente en el corazón. Cuando lo estamos suele ser algo avasallador; por lo tanto, sustituimos el poder del verdadero sentimien­to por todo tipo de reacciones. Este es el dilema principal de la tríada del sen­timiento, la de los tipos Dos, Tres y Cuatro.
En el plano más profundo, las cualidades del corazón son la fuente de nuestra identidad. Cuando uno abre el corazón sabe quién es y «quien es» no tiene nada que ver con lo que los demás piensan de uno y nada que ver con la historia pasada. Uno tiene una cualidad particular, un sabor, algo que es único e íntimamente propio. Es mediante el corazón que reconocemos y va­loramos nuestra verdadera naturaleza.
Cuando estamos conectados con el corazón nos sentimos amados y va­lorados. Además, como enseñan las grandes tradiciones espirituales, el cora­zón revela que somos amados y valorados. Nuestra participación de la natura­leza divina significa que no sólo somos amados por Dios, sino también que la presencia del amor mora en nosotros, somos los conductos por los cuales entra el amor en el mundo. Cuando tenemos cerrado y bloqueado el corazón no sólo perdemos contacto con nuestra verdadera identidad, sino que ade­más no nos sentimos amados ni valorados. Esta pérdida es insoportable, por lo tanto interviene la personalidad para crear una identidad sustituía y en­contrar otras cosas que nos den sensación de valía, generalmente buscando la atención y la afirmación externas de los demás.
Así pues, los tres tipos de personalidad de la tríada del sentimiento están interesados ante todo en el desarrollo de su imagen. Compensan su falta de conexión más profunda con las cualidades esenciales del corazón erigiendo una falsa identidad e identificándose con ella. Entonces presentan esa ima­gen a los demás (y a sí mismos) con la esperanza de atraer amor, atención, aprobación y sensación de valía.
Desde el punto de vista psicológico, los tipos Dos, Tres y Cuatro son los más preocupados por su «herida narcisista», es decir, por lo que no se valoró de ellos en su infancia. Dado que nadie se gradúa de la infancia sin una he­rida narcisista de cierta envergadura, de adultos tenemos muchísima dificul­tad para ser auténticos los unos con los otros. Permanece el temor, una vez todo dicho y hecho, de que en realidad estemos vacíos y no valgamos nada. La trágica consecuencia de esto es que casi nunca nos vemos ni nos dejamos ver mutuamente, seamos del tipo que seamos. Reemplazamos lo que somos por una imagen, como si dijéramos al mundo: «Esta imagen soy yo. Te gusta, ¿verdad?». Es posible que los demás nos aprueben (es decir, que aprueben nuestra imagen), pero mientras no nos identifiquemos con nuestra persona­lidad, siempre quedará algo más profundo sin validación.
Los tipos de la tríada del sentimiento nos presentan tres soluciones diferentes para este dilema: complacer a los demás para caerles bien (tipo Dos); realizar cosas y sobresalir de algún modo para conseguir admira­ción y validación (tipo Tres), o tener una compleja historia sobre uno mismo y dar tremenda importancia a todas las características personales (tipo Cuatro).
Los dos temas principales de esta tríada entrañan problemas de identidad («¿Quién soy?») y de hostilidad («Te odio porque no me amas como yo quie­ro»). Dado que en su inconsciente los tipos Dos, Tres y Cuatro saben que su identidad no es una expresión de lo que son realmente, reaccionan con hos­tilidad siempre que no se valora su personalidad-identidad. La hostilidad les sirve para desviar la atención de las personas que podrían poner en duda o subvalorar su identidad y para defenderse de los sentimientos más profundos de vergüenza y humillación.
El tipo Dos busca valía en la buena opinión de los demás. Desea ser de­seado; trata de obtener reacciones favorables dando a los demás su energía y atención. Busca reacciones positivas a sus gestos de amistad, ayuda y bondad con el fin de fortalecer su autoestima. El enfoque de sus sentimientos es ha­cia fuera, hacia los demás, pero la consecuencia es que suele tener dificultad para saber qué le dicen sus sentimientos. También se siente a menudo poco valorado, aunque hace todo lo posible por ocultar la hostilidad que esa sen­sación le genera.
El tipo Cuatro es lo contrario: su energía y su atención las dirige hacia dentro para mantener una imagen basada en sentimientos, fantasías e histo­rias del pasado. Su personalidad-identidad se centra en «ser distinto», y en consecuencia suele sentirse distanciado de los demás. Tiende a generar y sos­tener estados de ánimo o humor en lugar de permitir que surjan los senti­mientos que están realmente presentes. Los Cuatro menos sanos suelen con­siderarse víctimas y prisioneros de su pasado; creen que no tienen esperanza de ser de otro modo debido a todas las tragedias y abusos que han sufrido. Así también atraen hacia sí atención y lástima y, por lo tanto, cierto grado de validación.
El tipo Tres, el del centro de esta tríada (situado en el vértice del trián­gulo equilátero), dirige su atención y energía hacia dentro y hacia fuera. A se­mejanza de los Dos, necesita reacciones y opiniones positivas y validación de los demás. El Tres busca principalmente la valía mediante logros; desarrolla ideas sobre cómo sería una persona valiosa y luego trata de ser esa persona. Pero también «su conversación interior consigo mismo» es muy activa, para generar y mantener así un cuadro interno de sí mismo coherente, como el Cuatro. También corre el riesgo de «creerse su propia propaganda» más que la verdad.

DIRECCIÓN DE LA IMAGEN PROPIA EN LA TRÍADA DEL SENTIMIENTO

Pese a las diversas imágenes que presentan estos tipos, en el fondo todos se sienten sin valía, y muchos de los hechos de su personalidad son intentos de disfrazarse, para ocultarse de sí mismos y de los demás. Los Dos obtienen una sensación de valía diciendo: «Sé que valgo porque los demás me quieren y me valoran. Hago el bien a los demás y me lo agradecen»; son salvadores. En el lado opuesto del espectro, los Cuatro son los salvados-, se dicen: «Sé que valgo porque soy único, distinto a todos los demás. Soy especial porque al­guien se coma el trabajo de salvarme; alguien se toma la molestia de preocu­parse por mi aflicción, eso quiere decir que me lo merezco». Los Tres son mo­delos de quienes no necesitan ser salvados, como si dijeran: «Sé que valgo porque consigo las cosas, no tengo nada mal. Valgo debido a lo que realizo». Pese a sus métodos individuales para «fortalecer la estima propia», a estos tres tipos les falta amor por sí mismos.
Mientras los tipos de la tríada del instinto tratan de controlar senti­mientos de rabia, los de la tríada del sentimiento tratan de contender con sentimientos de vergüenza. Cuando en la primera infancia no están reflejadas las cualidades esenciales auténticas, llegamos a la conclusión de que hay algo malo en nosotros; el sentimiento resultante es la vergüenza. Procurando sen­tirse valiosos mediante su imagen propia, estos tipos pretenden escapar a los sentimientos de vergüenza. Los Dos son superbuenos, tratan de atender y servir a los demás para no sentir vergüenza; los Tres se hacen perfectos en su actuación y sobresalientes en sus logros para poder resistir la vergüenza, y los Cuatro evitan los sentimientos más profundos de vergüenza dramatizando sus pérdidas y heridas y considerándose víctimas.


EN LA PRÓXIMA ENTRADAS VEREMOS: LATRÍADA DEL PENSAMIENTO

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